Ha sido mi primera lectura de
2015, una novela que deseaba leer desde hace tiempo. Conocía su
argumento, sabía que su autor, aprovechando el hito histórico del fusilamiento
del poeta Federico García Lorca en 1936, y la circunstancia de que nunca fuera
hallado su cadáver, creó una ficción que podría no serlo tanto, basada en la
posibilidad de que, tal vez, el poeta no muriera. Algo parecido se ha
especulado siempre con la muerte, o no, de la Gran Duquesa rusa Anastasia
Romanov, pero Federico es más cercano, nos toca más la fibra. Me pareció un
acierto jugar literariamente con esta hipótesis y no dejaba de ser una
asignatura pendiente para mí, porque a pesar de que la novela se llevó al cine,
tampoco he visto la película.
Con esta obra Fernando Marías
obtuvo el premio de novela corta “Ciudad de Barbastro” en 1991. No puedo
afirmar que sea su primera obra escrita, pero según datos bio-bibliográficos sí
fue la primera publicada y el primer premio importante de su carrera. Después
vinieron muchos más.
Un periodista es enviado a
Granada para cubrir los actos del cincuentenario del asesinato de Lorca que se vienen
celebrando por toda Andalucía. En su última noche en la ciudad conoce a un viejo borracho en un bar. Después
de costearle las copas que el anciano no ha podido pagar, para evitarle así
problemas con los dueños del local, marchan juntos hasta la cantina de la
estación, ya que el periodista debe tomar el tren de regreso a su casa en la madrugada. Allí el
viejo le confiesa que Federico García Lorca no murió en agosto de 1936 y que
posiblemente aún siga vivo. Le asegura que él conoció personalmente a Lorca y
que está dispuesto a contarle toda la historia si lo desea. El periodista trata
de mostrar indiferencia, pero lo cierto es que su interés por el relato del
viejo es grande.
A partir de este momento toda la
novela se centra en la narración del viejo, desde que encontró a un hombre
tiroteado en una cuneta, que creyó cadáver y que más tarde comprobó que estaba
vivo, hasta la última pista que, transcurridos muchos años, tiene sobre él. Es
una narración sencilla, carente de diálogos, en la que se entremezclan las vivencias
del viejo con el día a día del moribundo hallado, que una vez que consigue
recuperarse se convierte, primero, en un amnésico, y más tarde, además, en un mendigo. Ese
hombre pudo haber sido Federico García Lorca.
La luz prodigiosa es una novela
corta para leerla en dos tardes, aunque, si alguien lo desea, puede recurrir a la película. Dicen
algunos que supera a la obra literaria.