FIESTA DE HALLOWEEN
Llevaba un ojo colgando, las
tripas fuera, y de vez en cuando un líquido verdoso repugnante brotaba de su
boca. Fue el zombi que más me llamó la atención de toda la fiesta, y por ello
no dudé en aceptar su invitación de salir a bailar. Se adivinaba que, debajo de
su horripilante atuendo, se escondía un chico guapo. Me estrechó entre sus
brazos y el frío de su cuerpo me paralizó. ¡Cuánta perfección había conseguido
con su disfraz, ni siquiera se le apreciaba el acompasado ritmo de la
respiración! Comencé a inquietarme. Hubiese jurado que su pecho no tenía latido
y el hedor que despedía aquel sucedáneo de piel putrefacta era difícil de
soportar. Fue entonces cuando me di cuenta. Mi peor pesadilla se hacía
realidad. Era él. El joven al que había atropellado dos años antes a la salida
de una discoteca causándole la muerte, cuando conducía pasada de copas. Fue
imposible gritar, cuando quise abrir la boca ya me faltaba el aire. No pude
escapar de su abrazo.
Este relatito participa en HALLOBLOGWEEN 2015, una idea original de Teresa Cameselle.